Cuando morí me precipité al infierno o por lo menos creí que lo fuera.

En realidad se trataba de una oficina muy pequeña, no mas de diez metros cuadrados, oscura y polvorienta.

En frente a mi estaba un hombre sentado detrás de un escritorio. Tenía una cara aburrida y parecía un empleado publico próximo a ser jubilado,. «Usted está retrasado» me dijo mirando el reloj. » sigame, por favor»

El hombre se dirigió hacia un pasillo muy largo donde no se podía ver tampoco el fin.

Después giró por otro pasillo mas angustiante y oscuro.

Yo detrás de él.

Llegamos a un lugar más grande y despojado.

Podía ver tres puertas.

«Por favor elija una «, me dijo indicando tres llaves colgadas en la pared. «elegir que?» le dije extrañado. Todo me parecía muy raro.

«Una de las tres puertas! Obvio!» Contestó molesto el hombre.

«Que hay detrás de las puertas?»

El hombre resopló impaciente y respondió: «El paraíso, El infierno y algo aun peor que el infierno»

«No hay otra posibilidad?»

El hombre movió su cabeza lentamente y dijo:»No le parecen suficientes tres posibilidades?» «Entonces No tengo otra.?» pregunté yo tímidamente.

«Esta es la sola regla que existe!» contestó. «Y si yo no quisiera elegir ?»

Ensanchando las manos, que ahora parecían como dos lenguas de fuego el hombre me dijo con voz muy dura: «Lo haré yo por usted»

No no, grite aterrado.

De esa llave dependía disfrutar la vida eterna en el paraíso, lamentar esa eternidad en el infiero o esa otra posibilidad, la tercera, la que el había dicho que era algo pero que el infierno…

Instintivamente tomé la segunda llave, sin razonar porque lo hacia..

«Vamos», incitó el hombre

Me acerqué a la puerta y puse la llave en el agujero de la cerradura.

«Vamos», repetía el hombre sonriendo burlonamente, casi gratificado por mi elección. .

Entré y me precipité en la oscuridad.

***

Un grito desgarrador me conmovió.

Luego creí que esta en medio de un terremoto y ese olor, un olor horrible, como de hospital, no se, olor a cloro , a desinfectante y una luz cegadora.

Sentí frío, mucho frío.

«Es un varón!!!» gritó alguien.

Y ahí, después de una palmada, sentí mi propio llanto.

Había nacido de nuevo.