Hace muchísimos años que tengo un boletín, al cual solo con solicitarlo cualquier persona puede recibirlo en su mail, y que llega una vez por semana con cuentos, historias, sorteos (de entradas de teatro, cine y cursos), reflexiones y humor, siendo un camino más para estar comunicados.
El material que en el escribo no es el mismo que publico en el Blog, sino que apunta a lo cotidiano y es mucho más «personal» por la unión que se genera con cada uno de los subscriptores que – por cierto son cientos – pero que siempre dispongo de tiempo para responder a sus mensajes.
La semana pasada escribí una historia de algo que me ocurrió y fueron decenas de respuestas que recibí, todas con historias parecidas a la mía y fue tanta la repercusión, que hoy decidí compartirla con Uds.
Hace unos días debí ir al otorrinolaringólogo de la Sociedad Española. Pasa que un día en casa sentí un extraño olor. Pensé que era el resultado de alguna comida realizada… pero el mismo aroma me siguió perturbando en mi consultorio y entonces la gran verdad… la cosa no era de afuera, era de adentro.
Un sábado a las 7 de la mañana me atendió el otorrino. Me mando unas gotitas y me reviso oído, nariz (mi problema del momento) y la garganta.
¿Ud. escucha bien? Me pregunto.
Si le dije…
¿Pero Ud. no se dio cuenta que esta sordo?
No, le dije… Yo lo escucho perfectamente.
Pero Ud. esta sordo me volvió a decir con más autoridad.
No doctor, le dije, si estuviera sordo no podría estar respondiendo su afirmación le dije ya molesto.
Me miro fijo, con una autosuficiencia que daba miedo y decretó: UD. SE VA A QUEDAR SORDO.
Yo lo quede mirando… sin saber si era un chiste o me lo decía de verdad a lo que el Dr. tomo un papel y con su lapicera escribió una palabra que no recuerdo en estos momentos y me dijo: Ud. está quedando sordo. Busque en Internet y me entrego el papelito.
Cuando llegue al consultorio, prendí la computadora y busqué.
La definición de la palabra que el Dr. me había dado decía algo así como que es un crecimiento anormal de un cartílago, que muchas veces está en el oído que, al crecer sin control, puede cerrar el canal auditivo e impedir la escucha.
No se la voluntad de ese cartílago, pero por ahora es un bebito y no estoy sordo… es más, mi oído capta – cual posiblemente perro que fui en otra vida – todos los ruiditos posibles.
* Ese Doctor estaba empeñado en que yo no estuviera bien.
…
La semana pasada vino consulta una señora que la había atendido hacia unos tres/cuatro años… Grande, y cuando digo grande, digo GRANDE y cuando abrí la puerta, antes de saludarme me dijo QUE GORDO ESTA ACCUOSTO…
Hay que cuidarse… uno nunca sabe cuándo las grasas van a afectar al corazón, y haciendo un esfuerzo por pasar por la puerta, se sentó en el sillón y casi escuche un sordo lamento que salió de el…
¿Cómo estará su corazón le pregunte?
Ay… yo no me preocupo. De algo hay que morirse.
* Esa señora estaba empeñada en que no me sintiera bien.
—
Días atrás me llamo una paciente para ver cómo estaba.
¿Está bien me dijo…?
Si respondí.
A mí me parece que no está bien me replico.
Si, a Dios gracias estoy muy bien.
Y se despidió diciéndome algo así: Bueno, me alegro que este bien… con un tono de ¡a mí me vas a mentir!!!
* La paciente se impaciento porque no estaba como ella pensaba que estaba… o sea mal.
…
Digo…
¿Soy yo?
¿A Ud. le paso alguna vez algo así?
Buena semana…
(¿Ud. está bien…? Lo noto un poco pálido)
Walter Accuosto